lunes, 25 de noviembre de 2013



UN POEMA PARA FABIOLA

Fabiola, es una chilena que vendía bisuta

danzaba en su laberinto derviche con su salvaje melena,
era la amante de San Bruno, la diosa de la plaza,
yo le pregunté, ¿ donde puedo vender?, me dijo: al lado de acá
saqué de mi maleta, pulseras, carteras, poemas
me senté a esperar, pasó el primo, el vecino, el presente, el tatuado
nadie me compró, ni el alcalde, ni el ministro, ni san dios
Fabiola, regalaba saludos, abrazos, colgaba en la piel cosquillas en libertad.
Cesaraugusta, los mercadillos de San Bruno y San Francisco,
lámparas de Aladino, mapas del Piri Reis, Rolex de brillos muy finos,
carteristas y pillos, bailando el tango de los sin destino
un día, no recuerdo la fecha, encontré triste a la diosa
en su cabeza un pañuelo de colores, su mirada perdida en la nada
abrazándome, me dijo: tengo cáncer, amigo, sentí un raro escalofrío,
y desapareció por las rutas del mundo, con su íntimo dolor.
Soy habitante en los sueños, mi país está en el altiplano militante
exóticas momias me revelan extraños lugares de iliadas y odiseas
guerreros de platino me guían por el sendero luminoso
hace frío, me regalan un poncho rojo con bordados de arco iris
respiro polvo, trago sangre, sudo esoterismo inexplicable,
estoy cerca del gran secreto de los magos amautas
una voz, me dice: nosotros llegamos primero, lárguese, gallego cabrón
los perdedores somos gente humilde, coloqué mi gorra al estilo del Ché.
Regreso a la Iberia, vieja patria de guitarra y pandereta
ordeno mis cosas, saludo a mi gente
me reencuentro con Fabiola en el mercadillo del barranqué,
vendía manuscritos ateos con la firma de monseñor
me abracé a la difícil filosofía de la diosa guerrera
yo amo a la pirata Luna y los bandidos cósmicos del Sol
siempre perdido entre aromas de incienso y noches de confusión
no se, como ustedes, hippies, vagando con la estrella de su verdad.
Como náufragos interplanetarios, nos volvemos a encontrar
Fabiola, vino a vender cositas mágicas a mi cadalso rural
me invitó a regalar poesía en la Aínsa medieval
me lo pasé bien, mis monos pedían limosna para su libertad
somos voz en la piel del cosmos, somos gente.
No puedo resistir cuando la sombra del cóndor da luz a mi espíritu mutante
signos grabados en las rocas, un pasado vivo escondido entre las sombras
lugares perdidos en la memoria, me abrazan
entro en su magia de aromas ancestrales
respeto a esas gentes de fascinantes civilizaciones
cultura antigua que guardaron los sabios en el corazón de los Andes
viejo y cansado, soy una larga herida buscando un volcánico cauce
habito en mi soledad, retorno a mi mandrágora alucinante.
Era invierno, el destino es la herramienta que talla la figura de Fabiola
nos saludamos en el mercadillo, química de pertenecer a la humanidad
criterio y coraje, vivir un sueño real
necesito ser su amigo, algo así, como un oculto parentesco
me citó para enterrar los espacios ocultos del pensamiento
llegó el día mágico, primavera cargada de acontecimientos
vieja ermita, cada uno con su cajita, envuelta en un pañuelo blanco
cavamos un agujero, enterramos la cajita, plantamos flores alquimistas,
Fabiola, fue la guía para encontrar vibraciones nuevas.
Ciertamente, no puedo ignorar que soy un satélite en la órbita del caos
lo profundo del ser, la amistad, aunque nos disfracemos de payaso,
la diosa guerrera que da voz y música al arco iris, nunca se rinde
amor y fe, son las fuerzas ocultas del alma, ganó la batalla
se abren las puertas, respiras el viento transformador
puedes leer en el espejo negro la razón de los sueños
sutil estado de alerta, infinitas leyendas de seda.
No se quien eres, tampoco voy a preguntar
aprendí a confiar en la justicia de la causalidad
vivo en el estado intermedio, donde no deseo salir
aunque la vida es un espejismo, más oscuro de lo que se piensa
los cristales de la locura se reflejan en las cuatro lunas,
pertenezco a la conciencia vieja, donde mi musa me corta las venas
y escribo poemas con mi visión perfecta, del otro saber.






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